*“Dicen que mi papá es el más malo del mundo.
Malo porque me despertaba antes del amanecer, aun cuando yo quería dormir un poco más. Malo porque no me daba todo lo que pedía, pero siempre me enseñaba a trabajar para ganármelo. Malo porque cuando me caía, no me levantaba de inmediato; me decía que me levantara solo, que aprendiera a ser fuerte. Malo porque nunca me dio una vida fácil, pero sí una llena de lecciones que no se aprenden en la escuela. Malo porque sus manos callosas no acariciaban tanto, pero construían el futuro que ahora disfruto.
Hoy entiendo que ese “papá malo” fue el mejor maestro, el que me preparó para enfrentar la vida sin miedo. Y aunque no lo decía con palabras, su amor estaba en cada sacrificio, en cada regaño y en cada enseñanza. Gracias, papá, por ser el más malo… y el mejor.”*